He tenido tiempo de comer, mucho. De beber, quizás también mucho.
He tenido tiempo de disfrutar de la mejor compañía, sin tregua, sin compromiso. He tenido tiempo de ver estrellas, muchas. De ver nevar y hacer bolas de nieve, de la que tiras y en el tiempo-espacio de su trayectoria te partes en carcajadas.
Pero de lo que más he tenido tiempo, sin darme cuenta, es que he quitado el pie del freno. Me di cuenta después, al sentir el dolor y la tensión acumulada de estar con el freno puesto.
Hacemos lo que podemos, pero yo, que voy de la lista del grupo me exijo más de lo que puedo. Supongo que el cansancio y el tener tiempo sólo para disfrutar y escucharme me ha hecho bailar a otro compás. A otro ritmo, con una melodía que me permite dejarme llevar.
Acabo de llegar de vacaciones y es como si hoy empezara un nuevo curso para mi. Estreno libreta y boli, estreno esa sensación tan chula, mezcla de optimismo por empezar algo nuevo, y tristeza por añorar lo que terminó.
Acabo de llegar de vacaciones y sonrió cuando pienso en el súper coche dónde viajé, un R6, para los amigos el Punkomovil, para mis compañeros de viaje que iban en otro coche, era el coche de los Alcántara.
Y en ese coche he visto una puesta de sol dibujada para mi, dedicada exprés para ayudarme a soltar el freno, con unos colores de la gama “no todo está en tus manos”. Una puesta de sol irrepetible.
Acabo de llegar de vacaciones y estoy agradecida, de que mis padres me echaran de menos y tuvieran ganas de verme, agradecida de tener ganas de ver a mi familia, agradecida de haber ido y vuelto de vacaciones.
Acabo de llegar de vacaciones, iba camino Soria, y el Duero me ayudó a soltar el freno.